Cuando el despiadado Abrán
se fue a matar a su hijo,
ya se vio en el crucifijo
clavado el segundo Adán,
pues ¿cómo respetarán
la vida a sus semejantes
quienes no supieron antes
hacerlo en sus crïaturas,
subyugados por impuras
divinidades farsantes?
Jesús María Bustelo Acevedo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario